La figura de Jesucristo ha sido, por siglos, central en la fe cristiana y en el desarrollo espiritual de millones de personas alrededor del mundo. Sin embargo, su representación ha sido moldeada profundamente por contextos históricos y culturales específicos, particularmente por el colonialismo europeo, que lo presentó como un hombre blanco, de ojos claros y cabellos dorados. Esta imagen, aunque poderosa en su tiempo, ha contribuido a una desconexión entre Cristo y las comunidades originarias, afrodescendientes y no blancas del mundo. Por ello, surge una invitación teológica: decolonizar la idea de Jesucristo y redescubrir su humanidad enraizada en un contexto étnico y social más auténtico.
Un hombre de Medio Oriente
Históricamente, Jesús de Nazaret nació en el siglo I en una región conocida como Judea, ubicada en el actual Oriente Medio. Como judío de esa época, probablemente tenía la piel morena, cabello oscuro y rasgos propios de las poblaciones semíticas de la región. Era un hombre profundamente conectado a las luchas sociales y espirituales de su tiempo, viviendo bajo el yugo del Imperio Romano, una potencia colonizadora que imponía sus valores, sistemas económicos y formas de dominación sobre las comunidades locales.

Jesús fue un líder que se solidarizó con los marginados: mujeres, pobres, enfermos, extranjeros y pecadores.
Su mensaje subvertía las estructuras de poder, llamando a una justicia radical y a un reino de Dios que pertenecía a los excluidos. Al decolonizar su imagen, recordamos que su encarnación no fue en una élite dominante, sino en un pueblo oprimido, mostrando que Dios se identifica profundamente con quienes sufren.
El impacto del colonialismo en la imagen de Cristo
Con la expansión del cristianismo a través del colonialismo, particularmente en América Latina, África y Asia, las imágenes de un Cristo europeo fueron usadas para justificar la superioridad racial y cultural de los colonizadores. Estas representaciones eclipsaron las características históricas y sociales de Jesús, convirtiéndolo en una figura que muchas veces parecía lejana o ajena para los pueblos no blancos.
La teología decolonial desafía esta herencia y busca devolver a Jesús su humanidad histórica. Este proceso no pretende negar su fuerza espiritual, sino reconocer que esa fuerza se expresa desde un lugar particular: la periferia del poder, como un hombre pobre, marginado y no blanco.
Jesús y las luchas contemporáneas
Al recuperar a un Jesús étnica y socialmente auténtico, abrimos las puertas para que cada comunidad lo redescubra como alguien que comprende sus luchas. Las comunidades indígenas pueden verlo como un aliado en su resistencia contra la destrucción de sus territorios; las personas afrodescendientes pueden encontrar en él un reflejo de la dignidad en medio de la opresión; y las comunidades migrantes pueden reconocerse en su experiencia como refugiado.
Decolonizar a Jesús nos invita a preguntarnos: ¿cómo se ve Cristo en el rostro de los oprimidos hoy? ¿Cómo nos llama a actuar desde una fe que no perpetúe estructuras de exclusión, sino que las transforme?
Decolonizar la imagen de Jesucristo no es una tarea de división, sino de reconciliación. Nos permite ver en él no solo al Salvador universal, sino también al compañero de quienes sufren. Redescubrir a Cristo desde su realidad histórica y social es un acto de justicia espiritual, que honra su mensaje y fortalece su relevancia en un mundo diverso, desigual y lleno de esperanza.
Esta reflexión te invita a mirar más allá de las imágenes heredadas y a encontrarte con un Jesús que vive en las luchas, culturas y esperanzas de todas las personas. Porque, al final, su mensaje trasciende fronteras y colores, pero nunca deja de encarnarse en los márgenes del mundo.
Rebeldía Sagrada – Reflexiones
Christian Ortíz / Arka
Arte de Kelly Latimore Icons

Recomendación:
Descubre más desde CASA ARKA
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.
